Historias de Lavapiés (Ramón Luque)

Las imágenes poéticas de un Madrid castizo y a la vez multicultural con las que se abre esta película prometen un interesante retrato de la vida de la calle, las historias de las personas y su variedad.

Sin embargo, la película poco a poco se nos va mostrando en digresiones y diálogos pesados que uno no tendría paciencia para aguantar en la vida real (como una discusión insustancial que dura minutos y minutos, cambiando de plano alternativamente a medida que habla uno u otro), escenas repetitivas mostradas una y otra vez, y otras que desentonan en el contenido y en la forma, artificialmente introducidas.

Algo queda, de todas formas, pues la película intenta quizá reflexionar sobre la corrupción humana, y nos aporta también una interesante consideración sobre el mundo educativo. El episodio del hindú que duerme en la escalera nos aporta una interesante reflexión antimaterialista: ¿la pobreza económica lleva a la pobreza espiritual? ¿O más bien al contrario? ¿Qué relación hay entre ellas? «Nosotros pensamos que podemos cambiar el mundo, y lo único que hacemos es poner parches», dice una idealista profesora, en una de las pocas frases sustanciosas que escuchamos. Si bien el retrato social está logrado, el politiqueo usado es demasiado tendencioso. Estas «historias» pretenden formar un collage de la vida de un barrio, lo cual es muy loable, pero está hecho torpemente. La actuación de Guillermo Toledo tira a mediocre, aunque a los actores no se les pide un gran esfuerzo interpretativo, sino que la intención de la película era ser una «sinfonía de normalidades». Y aunque prometía en los primeros momentos, aburre.

Es difícil para el espectador entender del todo cuál es el núcleo de la película, pero uno adivina que no hay mucho fondo. Asfixiante, pobre, «intenta» ser simpática, pero justamente se echa mucho en falta el humor, que apenas está presente. En fin, una película descuidada, con una idea original que podía haber dado buen fruto pero que se acaba estropeando.

Alejandro

1 comentario

  1. Hola, Alejandro:

    Me temo que eres de los pocos que, finalmente, han visto esta película. Y también me temo que tienes razón en todo lo que dices. No obstante, hago una pequeña puntualización cuando dices que a los actores no se les requiere un gran esfuerzo interpretativo: encarnar de manera convincente la normalidad, ser expresivo en un registro puramente cotidiano y naturalista es una de las cosas que suelen resultar más arduas para un actor. O sea que si ni siquiera ese aspecto resulta llamativo en la película, no es que a los actores sus papeles les hayan requerido poco: lo que probablemente ocurra es que ni siquiera la dirección de actores, ni la implicación de estos se salgan de la pura rutina y desgana en esta película.

    un abrazo,

    jordi

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